En el 2017: ¿qué productos y objetos necesitamos diseñar?

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¿Cuáles son los productos que deberíamos estar diseñando?. Sin ser una pregunta retórica, dentro de esta poderosa interrogante habría que entender primero de quien y para quién estamos hablando. El quién y el para quién son muy importantes. Necesitamos saber si nos referimos a nosotros como seres humanos o estamos hablando del trabajo puntual de un diseñador en unas condiciones muy específicas. No sabemos si se refiere a la industria, que todos los días propone nuevas maneras de integrar tecnología en ese complejo proceso de desarrollar productos, o a la academia, desde donde se intenta comprender el mundo en que vivimos e indicar algunos caminos posibles. También, necesitamos saber si el diseño está dirigido a resolver problemas de la vida cotidiana, para personas que viven en la ciudad o, si por el contrario, se trata de alguna solución particular de alguna actividad humana. Estas interrogantes abren el espacio de la crítica en el terreno de la ambigüedad y muchas de las discusiones, vacías y miopes, navegan en estas aguas de la indeterminación.

Para comenzar sería bueno variar un poco el tono de la pregunta. El deberíamos, que propone una búsqueda de responsabilidades o de responsables y que al mismo tiempo plantea una obligación, podría estar mejor asociado con la necesidad, con lo que necesitamos diseñar. Así, el acto de diseñar y el resultado del diseño, que se manifiesta en un objeto y/o en un artefacto, quedan más ceñidos a la práctica y al proceso de dar forma a las cosas. Esto nos coloca frente a la segunda parte de la pregunta que se refiere al diseño, sin querer definir el campo o proteger los espacios con definiciones que se acomodan.

Los cambios que han ocurrido en las últimas décadas en todas las áreas del conocimiento han sido de escala planetaria. El campo del diseño no escapa de esa realidad. Las tecnologías de la información y los procesos de fabricación proponen nuevas formas de hacer diseño. Especialmente dentro de ese concepto de complejidad en el campo de la educación que propone el filósofo francés Edgar Morin, donde el conocimiento tiene que ser interconectado y no separado artificialmente en disciplinas. Por lo tanto, lo que se habla desde hace años sobre el carácter multidisciplinario en el diseño, hoy necesitamos estar atentos a los bordes y a las fronteras entre las áreas, que son cada vez más difusas.

Necesitamos repensar el rol de los diseñadores y la mejor manera de hacerlo es volver a las cosas sencillas, especialmente aquellas que son fáciles de entender por muchas más personas (aquí volvemos con las definiciones). Todavía persiste el debate sobre profesionales y académicos en relación al diseño. Una discusión fomentada principalmente por personas con posturas extremas: entre profesionales que jamás han dictado una sola clase y profesores que nunca han diseñado. Una polémica tonta que no reconoce que ambas actividades son vitales para el desarrollo del campo. Con ese afán de insistir que ‘todo es diseño’ o el resurgimiento de las estrategias del DIY, se complica la tarea de enseñar. Al mismo tiempo, pasan por diseño como de contrabando, algunos productos que son meramente el resultado de la ingeniería y se hace muy difícil explicarle a nuestros clientes lo que hacemos y como lo hacemos.

La tecnología y la belleza son los grandes operadores en esta pregunta. El trabajo es crear un puente entre esa tecnología y el diseño. La gente no usa la tecnología directamente y sabemos desde hace ya mucho tiempo que es con el diseño de la interfaz donde se crean y ocurren las experiencias de uso.  Como los avances en la ciencia y en la tecnología están en constante expansión, nunca sabremos si estamos al comienzo, en la mitad o en el final de algún proceso. Hay productos que fueron diseñados porque en ese momento esas prácticas existían. Los grandes temas por resolver que tiene la humanidad (energía, agua, vivienda y alimento), experimentan diariamente nuevas iniciativas en la búsqueda de soluciones innovadoras, algunas exitosas que consiguen un impacto prolongado y sostenido en la cultura y en las costumbres, otras que simplemente entran en la espiral de los conflictos políticos o son absorbidas por la burocracia y la corrupción para transformarse en costosos fracasos.

Necesitamos reconocer escenarios acertados para las intervenciones del diseño, de eso se trata. Con esta rápida expansión de la tecnología como fondo, aparecen muchos ejemplos de productos que tuvieron corta vida o que sufrieron mutaciones, o que simplemente desaparecieron. Los televisores y las radios eran piezas de mobiliario durante todo el siglo XX, adquirieron personalidad propia como artefactos hacia finales del siglo y sufrieron dramáticas transformaciones en las forma y el uso, principalmente por el proceso de miniaturización y la incorporación de sistemas electro-electrónicos. Objetos como los ceniceros y toda la parafernalia para fumar cigarrillos, que durante todo el siglo XX compartían con sillas y lámparas los objetos preferidos por los diseñadores, desaparecieron radicalmente del paisaje de la casa y del restaurante. Pasaron de ser íconos del glamour para convertirse en los representantes de una práctica perversa.

Todavía, hay productos como los vehículos automotor que permanecen por mucho más tiempo y con los cuales se podría contar la historia reciente de la tecnología. Más de cien años han transcurrido para que finalmente, como lo cuenta el economista venezolano Armando Córdova Olivieri, en su artículo El secuestro tecnológico de 1903, podamos vivir el cambio del uso de los combustibles fósiles por electricidad. Las propuestas que Tesla hizo hace poco más de un siglo, hoy cobran vida en vehículos eléctricos. Habrá un cambio fundamental en términos energéticos, pero sobre todo las costumbres y los usos también cambiarán. Grandes y silenciosos aparatos dedicados a la movilidad y el trasporte, serán parte del nuevo paisaje urbano.

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Colección de faros de vahículos #DiEyesOfCars en nuestra cuenta de Instagram @diconexiones.

Así que en relación a la pregunta sobre los productos que necesitamos diseñar, solamente tenemos algunas pistas. Las diferencias sociales, las tensiones entre abundancia y escasez, las transformaciones y fracasos en la implantación de modelos económicos y políticos, han recalentado el panorama y hoy hay un diseño que mira esos cambios sociales.

De alguna manera son viejas ideas con nuevas miradas: la interacción como el centro de las relaciones en la gente y los objetos, las experiencias y las historias. La creciente atención en el diseño de wearables, además de disolver las fronteras entre la moda y el diseño de productos, plantea interesantes conexiones entre los nuevos materiales y el cuerpo. Un diseño que necesita conocer del cuerpo, de la gestualidad, de lo humano. La humanidad está cambiando. La expectativa de vida ha ido aumentando en los últimos años y por primera vez en la historia aparece la vejez como uno de los grandes temas para el futuro.

El mundo se mueve con el trabajo cada vez más conectado, más digital. Nuevamente, como el futuro de la ficción de la década de los 50, volvemos a hablar de robots. La presencia de los drones, la propagación endémica del Pokémon GO y el regreso de la realidad virtual, acusan recibo de la presencia de la inteligencia artificial. Pero al mismo tiempo, la gente quiere comer ‘orgánico’ y nos preocupamos con la procedencia de los alimentos. El cuerpo se ha convertido en culto y emerge la preocupación por lo artesanal.

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Los procesos de manufactura digital, el 3D Print y los biomateriales plantean nuevos escenarios de actuación. La mayoría de estas tecnologías todavía aparecen en tímidas aplicaciones, completamente huérfanas de aplicación o entretenidas en problemas sin pertinencia, mientras que los discursos globales (la sostenibilidad, el diseño social, la movilidad  en las ciudades o el futuro de la alimentación) operan como  ‘atractores’ del diseño, en la forma y en la eficiencia de los artefactos.

¿Es posible dejar de alimentar el conflicto entre belleza y eficiencia? Sin estas distracciones, podríamos finalmente concentrarnos en determinar qué productos y objetos necesitamos diseñar realmente.

Ignacio Urbina Polo
Diseñador Industrial, M.Eng.
Editor
www.ignaciourbina.com

Associate Professor
Industrial Design
Pratt Institute / NYC

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